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En estos tiempos donde casi todo lo que hacemos depende de estar conectados, saber con precisión qué tan rápida es tu conexión a Internet se ha vuelto algo más que una simple curiosidad. Ya no basta con “sentir que anda lento”, ni con fiarse ciegamente del plan que contrataste. Necesitas herramientas que te muestren con datos reales cómo se está comportando tu conexión. Aquí es donde aparece el protagonista de este artículo: el medidor de velocidad de Internet.
Lejos de ser una herramienta técnica solo para expertos, el medidor de velocidad se ha convertido en un recurso accesible y útil para cualquier persona, ya sea para mejorar su experiencia en línea, reclamar al proveedor de Internet cuando las cosas no funcionan como deberían, o incluso tomar decisiones al momento de elegir un nuevo plan o configurar una red en casa u oficina.
Un medidor de velocidad es una herramienta que se encarga de analizar en tiempo real el rendimiento de tu conexión a Internet. Lo hace simulando transferencias de datos entre tu dispositivo (ya sea un computador, tablet, celular o smart TV) y un servidor remoto que se encuentra en la red. Con esa prueba, puede mostrarte valores clave como:
La velocidad de descarga (es decir, qué tan rápido puedes recibir datos).
La velocidad de subida (qué tan rápido puedes enviar datos).
La latencia o ping, que representa el tiempo que tardan los datos en ir y volver desde tu equipo al servidor.
Estas tres métricas forman el corazón del análisis. Son datos que te permiten saber si tu Internet está funcionando bien, si podrías tener mejor rendimiento en ciertas tareas, o si hay algún problema que deberías atender.
La gran ventaja es que no necesitas ser un técnico en redes para entender estos datos. Solo hace falta conocer qué significa cada uno, qué valores deberías esperar, y cómo pueden verse afectados por factores externos.
Este valor indica cuántos megabits por segundo (Mbps) tu conexión puede recibir desde el exterior. Afecta directamente actividades como:
Ver películas o series en línea en buena calidad.
Usar plataformas de música sin cortes.
Descargar archivos, juegos, documentos o aplicaciones.
Navegar por redes sociales de forma fluida.
La mayoría de las personas presta atención únicamente a esta cifra, ya que es la que más impacta la experiencia cotidiana. Sin embargo, no es el único dato relevante.
Menos conocida pero igual de importante, esta cifra representa cuántos megabits por segundo puedes enviar desde tu dispositivo hacia el exterior. Afecta tareas como:
Subir archivos a servicios en la nube.
Realizar transmisiones en vivo.
Participar en videollamadas sin congelamientos.
Enviar documentos pesados por correo electrónico.
En muchos planes, la velocidad de subida es considerablemente más baja que la de descarga, especialmente en conexiones residenciales. Pero si trabajas desde casa, creas contenido o usas servicios de videollamada, este valor puede marcar una gran diferencia.
Se mide en milisegundos (ms) y refleja el tiempo que tarda un paquete de datos en ir desde tu dispositivo al servidor y volver. No tiene relación directa con la velocidad, pero sí con la reacción o respuesta de la conexión.
Es fundamental para:
Juegos en línea, donde cada milisegundo cuenta.
Videollamadas, donde los retrasos pueden generar incomodidad.
Navegación general, especialmente en páginas pesadas.
Un ping bajo garantiza una experiencia fluida y rápida, mientras que un ping alto genera retrasos perceptibles que pueden arruinar la experiencia, incluso si la velocidad de descarga es buena.
Un medidor de velocidad suele hacer lo siguiente:
Determina tu ubicación aproximada, para conectarte con un servidor cercano.
Envía un paquete de prueba y mide el tiempo de ida y vuelta (ping).
Descarga datos desde el servidor hacia tu dispositivo para medir la velocidad de bajada.
Sube datos desde tu dispositivo al servidor para medir la velocidad de subida.
Este proceso, aunque simple desde el punto de vista del usuario, involucra variables técnicas complejas. La herramienta tiene que lidiar con interferencias, saltos de red, congestión, balanceo de carga, limitaciones del dispositivo, entre otros.
Es por eso que los resultados pueden variar incluso si haces varias pruebas seguidas. Cada test es una fotografía del momento.
Antes de enojarte con tu proveedor o pensar que todo está mal, es clave entender que muchas cosas pueden influir en los resultados. Algunas de las más comunes son:
Una conexión por cable Ethernet suele dar resultados mucho más estables que una conexión Wi-Fi, que puede verse afectada por interferencias, paredes, electrodomésticos, otros routers, etc.
Si en el momento del test hay varios equipos usando la red (descargando, viendo streaming, jugando online), los resultados pueden verse afectados. Por eso, es recomendable hacer el test cuando los demás dispositivos estén inactivos.
En ciertos horarios, sobre todo en la noche o fines de semana, las redes están más saturadas, lo cual puede afectar el rendimiento general. Esto se debe a que muchas personas están usando la red al mismo tiempo.
Dependiendo del medidor que uses, puedes estar conectado a un servidor más o menos cercano, lo que puede afectar los tiempos de latencia y la precisión del test.
Para obtener un resultado realista, sigue estas recomendaciones:
Conecta tu equipo por cable Ethernet, si es posible.
Cierra todas las aplicaciones que usen Internet, como descargas, Spotify, Netflix, etc.
Desactiva temporalmente el Wi-Fi en otros dispositivos.
Haz el test varias veces, en diferentes momentos del día.
Prueba diferentes servidores, si la herramienta lo permite.
Con estos pasos vas a tener una visión más clara y precisa del rendimiento real de tu red.
Aquí tienes una tabla de referencia con valores orientativos, pero siempre ten en cuenta que lo importante es que los resultados sean consistentes y adecuados a tus necesidades.
Métrica | Ideal para usuarios exigentes | Aceptable para uso diario | Problema potencial |
---|---|---|---|
Descarga | +200 Mbps | 50 a 150 Mbps | -30 Mbps |
Subida | +100 Mbps | 10 a 60 Mbps | -10 Mbps |
Ping | -30 ms | 30 a 80 ms | +100 ms |
Estos valores varían mucho según el país, la infraestructura y el proveedor. Por eso es tan importante conocer tu propia conexión y no compararte ciegamente con otros.
Cuando ves que tus resultados están por debajo de lo que pagas o necesitas, puedes tomar medidas:
Reiniciar el router.
Cambiar el router por uno más moderno.
Mover el router a un lugar más céntrico o libre de obstáculos.
Cambiar el canal del Wi-Fi (en routers de doble banda).
Usar repetidores o redes mesh.
Hazlo con fundamentos. Si hiciste varias pruebas y tienes registros, puedes presentar el reclamo mostrando que tu conexión no cumple con lo ofrecido. En muchos países, los contratos incluyen un “mínimo garantizado”, que puedes exigir si no se está cumpliendo.
Puedes usar herramientas más avanzadas (como logs, pings prolongados, trazas de red, o medición continua) para detectar cuellos de botella, saturación de nodos, problemas en la ruta, etc.
Te permite detectar si tu red está siendo usada en exceso, si un vecino se ha conectado sin permiso, o si necesitas ampliar cobertura Wi-Fi. También ayuda a saber si es momento de cambiar de plan.
Hoy en día muchas personas dependen de su conexión para trabajar. Si tu red no es estable, puedes perder reuniones, entregas o clientes. Un buen uso del test te permite tomar medidas antes de que los problemas afecten tu productividad.
Con clases virtuales, exámenes y plataformas educativas, una mala conexión puede afectar el rendimiento académico. Medir tu velocidad antes de una clase o evaluación importante puede ayudarte a tomar decisiones, como cambiar de equipo, ubicación o incluso red.
Aquí, el ping lo es todo. No hay nada más frustrante que perder una partida por culpa de la conexión. Con un medidor puedes saber si estás en condiciones para jugar en línea, y si no, buscar mejoras inmediatas.
En oficinas, los tests pueden ayudar a determinar si se necesita segmentar la red, limitar ciertos usos, o contratar enlaces dedicados. También sirven para comparar rendimiento entre zonas, equipos o proveedores.
Si ya estás familiarizado con el uso básico del test, puedes llevarlo más allá:
Instalar un monitor de velocidad constante que guarde históricos.
Programar tests automáticos cada cierto tiempo.
Hacer pruebas desde diferentes dispositivos (PC, celular, consola).
Comparar entre redes Wi-Fi 2.4 GHz y 5 GHz.
Verificar comportamiento al usar VPN, proxies, servidores intermedios.
Existen diferentes formas de acceder a medidores de velocidad, según tus preferencias y el tipo de análisis que necesitas:
La forma más rápida y sin necesidad de instalar nada. Solo visitas la página, haces clic y obtienes resultados. Ideal para tests rápidos desde el navegador.
Se instalan en tu celular y permiten hacer pruebas desde diferentes lugares, incluso cuando estás en movimiento. También muestran estadísticas y comparaciones históricas.
Para quienes desean controlar y monitorear más profundamente su conexión. Algunos programas permiten programar tests automáticos, exportar datos a hojas de cálculo y comparar redes.